Richard Wagner y Tannhauser – El Arte Romantico (fragmento)
De El Arte Romántico
Por Charles Baudelaire
Traducción de Nydia Lamarque 1º edición, 1961, México, Editorial Aguilar.
(…) Wagner había sido audaz: el programa de su concierto no comprendía ni “solos” de instrumentos, ni canciones, ni ninguna de las exhibiciones tan caras a un público enamorado de los virtuosos y de sus proezas. Nada más que fragmentos de conjunto, coros o sinfonías. La lucha fue violenta, es cierto; pero el público, abandonado a sí mismo, se encendió con algunos de esos irresistibles fragmentos en los que el pensamiento se le aparecía más claramente expresado, y la música de Wagner triunfó por su propia fuerza. La obertura de, Tannhäuser, la marcha pomposa del segundo acto, la obertura de Lohengrin, particularmente la música de bodas y el epitalamio, fueron aclamados de, modo magnífico. Sin duda, muchas cosas quedaban sin comprender, pero los espíritus imparciales se decían: “Puesto que esas composiciones están hechas para la escena, hay que esperar; las cosas no suficientemente definidas, se explicarán por medio de la plástica.” Entretanto, quedaba demostrado que como sinfonista, como artista que traduce por medio de las mil combinaciones del sonido los tumultos del alma humana, Richard Wagner estaba a la altura de lo más alto, y era tan grande, por cierto, como los más grandes.
A menudo he oído decir que la música no podía jactarse de expresar cosa alguna con certidumbre, como lo hacen la palabra o la pintura. Esto es exacto en cierta medida, pero no es totalmente verdadero. La música se expresa a su manera y por los medios que le son propios. En la música, como en la pintura y aun en la palabra escrita, que es, sin embargo, la más positiva de las artes, hay siempre una laguna completada por la imaginación del oyente.
Son sin duda esas consideraciones las que impulsaron a Wagner a considerar el arte dramático, es decir, la reunión, la coincidencia de muchas artes, como el arte por excelencia, el más sintético y el más perfecto.
(...) Ningún músico supera a Wagner en la pintura del espacio y la profundidad, materiales y espirituales. Se trata de una observación que muchos espíritus, y de los mejores, no han podido dejar de hacer en muchas ocasiones. Posee el arte de expresar, por gradaciones sutiles, todo cuanto hay de excesivo, de inmenso, de ambicioso, en el hombre espiritual y natural. Escuchando esa música ardiente y despótica, parece a veces que se volvieran a encontrar,. pintadas en el fondo de las tinieblas desgarradas por la fantasía, las vertiginosas concepciones del opio.