¿Necesitas de la Realidad para Ser Moral? – por Alejandro Miroli
¿Necesitas de la realidad para ser moral?
Por Alejandro Miroli
“Tal vez una mañana, caminando bajo un aire de vidrio
árido, volviéndome, veré hacerse el milagro
la nada a mis espaldas, el vacío detrás
de mí, con terror de borracho
Luego, como una pantalla, se detendrán de pronto
Colinas, casas, arboles para el común engaño
pero será muy tarde, y yo me iré callado
en medio de los hombres que no se vuelven
con mi secreto”
Eugenio Montale(1)
Podemos partir de un contraste, supongamos un relato que ponga una eliminación singular de la realidad y hagamos un contraste con el poema de Montale: tú y tu amada/o salen de viaje, y pasan una noche sin luna a la luz de las estrellas en el campo, donde observan la plenitud de la Vía Láctea, y esa noche tú percibes una extraña conjunción entre la luz estelar y alguna otra cosa, como una perturbación de fondo, y en ese momento, como movido por una inquietud que nunca te asaltó te vuelves para verla/o y ves que ella/él es Gorgona/Minotauro, sus ojos brillando con una luz propia, las serpientes silbando sobre su cabeza y sus afilados dientes asomándose amenazadores de sus labios/sus cuernos afilados, la pelambre sudada y el aliento sobre nuestro rostro (2). Y de pronto la imagen cede y es ella/él aquellos que siempre conociste. Pero la impresión que tuviste te queda tan intensa, los olores, los sonidos, la visión, la luz que la rodeó, que te invade la certeza: has visto la verdadera naturaleza de ella/él, es Gorgona/Minotauro; pero luego nada en su conducta posterior a esa revelación lo delata (ni ningún recuerdo anterior pareciera preanunciarla); ahora le miras con terror mal escondido sin dejar de preguntarte cómo esa mujer/ese hombre que en nada lo aparenta podrá ser aquel ser proteico, fuente de males y horrores que has percibido con extrema evidencia. De pronto te preguntas, sea Gorgona/Minotauro o no, dado que -excepto ese único dato- nada parece haber cambiado ¿debo repudiarle, o entrar en un compás de espera, o amarle menos, o sencillamente dejar que todo siga igual? Y si cambias tu actitud hacia ella/él ¿es que acaso tu amor exige que ella/él sea lo que tu siempre has creído que era, acaso cambiara si ella/él -sea quién sea- en nada defrauda lo que esperas que haga, aunque en algún nivel profundo que nunca se manifiesta, salvo aquella única vez, él/ella sea otra cosa? Cualquiera sea la respuesta que des, en ella aparecerá el hecho que tienes un mundo fijo y -Gorgona/Minotauro presente- ese mundo fijo te trasmite su fuerza y habitualidad, la bóveda celeste no nos engaña y, contra esa estabilidad de fondo que mantiene tus certezas, podrás decidir y podrás juzgar a Gorgona/Minotauro en nombre de los fueros de la Realidad (3).
Y si le rechazas podré entenderlo: tú esperarás en cualquier momento el golpe traidor que según la tradición Gorgona/Minotauro ha profesado siempre, i.e. el transformarte en estatua si la miras de frente/el ensartare con su cornamenta, y ese conocimiento te ha transformado, la espera de algo te hace ver a tu ¿amada/amado? como otra cosa y ese conocimiento puede matar y cambiar todo el sentimiento que antes tenías hacia ese ser que ahora es extraño, y allí aparece la ruptura. Tal vez las rutinas diarias de ella/él lo desmientan, pero ¿dejarás de estar esperando sin seguridad lo peligros que la tradición asociaba a Gorgona/Minotauro y alejarás tal presencia extraña de tu ámbito de familiaridad, no porque te amenace de modo efectivo, sino porque el conocimiento de la mera posibilidad te cambió de manera irreversible (4)? ¿O por lo contrario la persistencia de los hábitos y de las costumbres del mundo que tienes de fondo, te motive a seguir, a ocultar la certeza, sin reparar en que ella/él no es quien tu creías?
¿Y si la revelación fuera mas extraña, si no fuera Gorgona/Minotauro, sino algo amorfo, algo sin nombre, una pura extrañeza? ¿Y si hubiera una pura incógnita, pura contingencia sin dirección? i. e. ¿qué pasa si toda la realidad es Gorgona/Minotauro, si la certidumbre te alcance cuando ella se revela un fraude total? Entonces no tendrías una realidad de fondo y nada concreto te daría un sentido fijo, sino que estarías sumido en dudas que nada parecería responder, y en este caso ¿cómo puedes revelarte contra la Realidad, cuando no tienes un punto fijo de amarre que no seas tu mismo? En esos casos parece que sólo la locura pueda salvarte. Y si no, ¿cómo cambiaría tu vida si supieras que todas tus creencias sobre la realidad son falsas y que la realidad que te circunda es fraudulenta, pero a pesar de ello, observas que la realidad putativa satisface tus esperas? En suma la realidad que te circunda no es Realidad, pero tiene la misma apariencia que antes que parecía ser Real, nos presenta las mismas cosas, sólo que lo que creías verdadero se te aparece como un fraude (5).
Ese problema se vincula directamente con uno de los temas filosóficos más persistentes de la modernidad: el anclaje de nuestras creencias y deberes más básicos en un mundo exterior que esté fuera de toda discusión, que sea tal como se nos presenta o que sea consistente con lo que se nos presenta y que sea trasparente a la inspección cognitiva y a al intuición axiológica. Y la filosofía moderna encaró este problema tratando de encontrar argumentos que partieran de premisas indudables y concluyeran en forma necesaria, que nuestras creencias básicas son verdaderas y que nuestros deberes básicos están fundados.
Y contra este axioma central de la modernidad -que acepta la existencia de una subjetividad que conquista la Realidad y la torna esclava de su mandato- el poema de Montale canta una decepción cognitiva global: ya no es sólo una cosa la que te decepciona, sino “…la nada a mis espaldas /…/ <donde> se detendrán de pronto/ Colinas, casas, árboles para el común engaño”.
Podemos presentar el problema del poema en tres tesis:
(I) nuestra realidad no es la Realidad per se -sea lo que esta sea- y vivimos en una realidad putativa, no en la Realidad;
(II) cualquiera que sea el origen de esa realidad putativa – sea ella el producto de un dios perezoso, o de un genio maligno, o de una mente solipsista o de procesos mentales que están mas allá de nuestro control consciente o de un hipnotizador o de un científico loco que mantiene nuestro cerebro en una cubeta unido a una computadora o vaya uno a saber cuál- de alguna manera podemos enterarnos que es una realidad putativa ya que atisbamos como se monta una escena, lo que puede tener efectos en nuestras creencias fácticas y nuestros deberes normativos;
(III) sólo a mi me cabe enterarme de esto pues mi prójimo no ha tenido esa terrible revelación, de modo que debo vivir yo con ese secreto sin que mi vida se desmorone (6).
La tesis (I) ilustra la clásica tesis del carácter ilusorio del mundo según la cual aquello que se me aparece en condiciones normales no es la última y verdadera Realidad sino que ésta es otra cosa (7). Por el contrario las tesis (II)-(III) difieren de los usos filosóficos de la tesis (I) pues la ponen a esta en un terreno moral. En la versión de Montale, la tesis (II) es contracartesiana: a diferencia del esfuerzo de Descartes -que buscaba una percepción que no pudiera ser derrotada por ningún intento de duda que se opusiera, en el poema la percepción no es defectiva, sino que me da certeza de un engaño que está allí afuera, o sea, lejos de los complicados experimentos metafísicos de Descartes o de Putman, el poema le da una vuelta radical a todas las filosofías de la sospecha que elevan la cortina de las impresiones -Mâya- sobre la conciencia -que será como un teatro interno donde malamente se intente representar la Realidad- y sugiere, desde la simple posición de un realista ingenuo del sentido común hablando de momentos cotidianos que no exigen ninguna capacidad cognitiva extraordinaria -como sería una intuición pura o alguna identificación mística con la Realidad- la mas espantosa de las verdades: todo es falso y me aparece sin distorsión alguna como fraude. En este caso nada en mi funciona mal de algún modo que me pudiera engañar, sino que con la misma certeza que puedo decir que es cierto que ésa que veo y muevo delante de mis ojos es mi mano izquierda, conozco plenamente el mayor de los fraudes (situación que a la que se arriba en el poema de Montale con un bagaje metafísico de utilería). Mientras en el uso filosófico estándar los argumentos de la ilusión se emplean en la fundamentación absoluta del conocimiento de la Realidad o para argüir sobre la imposibilidad de un internalismo extremo, o al contrario sobre el escepticismo acerca del mundo externo y de otras mentes, la sugerencia del poema de Montale, deja a un lado toda la significación gnoseológica de tales ejemplos, y presenta -en forma literaria- la cuestión de si podemos vivir sabiendo que todas nuestras creencias son falsas. Y a la atroz certeza sigue la atroz pregunta ¿puedo vivir con ese conocimiento, cuando el conocimiento me cambia y no tengo un marco de referencia fijo, porque todo el marco -la Realidad- se esfumo?, o sea si el percatamiento del fraude nos cambia, cómo puedo vivir en medio de ese fraude, mas cuando soy solo yo quien lo sabe, ya que me quede “…en medio de los hombres que no se vuelven / con mi secreto.”. Si el caminante vuelve sobre su ruta, y alcanza al grupo de viajantes que con él salió a tomar aire fresco, viejos camaradas de tantas andanzas con quienes lo unen sólidos lazos que le obligan a ayudarles y brindarles la misma hospitalidad que recibe de ellos, y ahora sabe que todo es mentira que ellos creen ir a una ciudad, caminar por calles con historia, recordar un pasado, y solo viven un fraude o tal vez sean ellos mismos partes del fraude, y que nada puede él hacer para corregir eso porque el momento de la certeza se abrió solo para él, entonces los mira, se toma del hombro con el mas cercano, plantea parar en una casa de refrescos y se olvida de la revelación. O no.
En suma el poema nos enfrenta con dos cuestiones (i) ¿necesitamos la Realidad? Y (ii) ¿cómo podemos vivir cuando sabemos que nada es Real? Tu puedes rechazar estas preguntas, puedes alegar que ellas no son válidas, ya que acaso pudieras parar a un peatón en la calle y pretender que te responda “Vea, tal vez nada sea real, pero yo no preciso que lo sea”, porque lo más probable es que no entienda qué sea prescindir de la Realidad. Tal vez nuestro peatón sea un solipsista, tal vez él prescinda de mi realidad, tal vez cuando yo le hable de los contenidos de mi realidad él los ponga en duda o los rechace, y me proponga que admita que los únicos contenidos reales son los suyos, y que yo soy un invento suyo (8). Pero podríamos formular la pregunta de manera que alcance incluso un solipsista ya que un solipsista que niegue su realidad sería un imposible pues la realidad del solipsista es tan firme y mundana para él como la realidad mundana es firme y robusta para cualquier defensor del sentido común. Si el solipsista fuera el sujeto del poema de Montale el problema para él sería el mismo: su psiquismo -fuente de toda realidad para él- le produce una realidad putativa que es coherente con todas sus creencias mundanas, pero en algún momento, le deja ver que esa realidad putativa de la que es consciente es fraudulenta y que todas sus creencias son falsas aunque su psiquismo produzca tanto las creencias como la realidad a la que ellas refieren (9).
En resumen, si lo que hubiera fuese “la nada a mis espaldas, el vacío detrás de mí/, con terror de borracho” llegaríamos a la siguiente situación:
Aquello que creemos Realidad = ilusión autoimplantada o heteroimplantada o decepción conceptual o error sensoperceptual irrevocable ? creencias personales serán sistemáticamente falsas
Y ante esa situación surge la pregunta central que propone el poema ¿tus opciones morales, tus juicios de valor, tus planes de vida necesitan que tus creencias factuales sean verdaderas o puedes mantenerles aún si sabes que tus creencias factuales son falsas? i. e. preguntar si podemos vivir sin la Realidad -que ahora sabemos es fraudulenta- es preguntar si esto altera tus deberes morales y tus juicios de valor. Y la situación adquiere un matiz ominoso: cuando sólo Gorgona/Minotauro era fraude podías apelar al mundo, que en su robustez te podía brindar un reparo para enfrentar y decidir si esa extraña y ominosa presencia merecían alguna confianza tuya; pero Montale te puso ante la completa carencia de mundo, y aquello que está detrás, desde donde se armó el fraude, parece arrojar sombras más oscuras que Gorgona/Minotauro.
En principio la cuestión se reduce a la mera ignorancia o conocimiento de ello: en efecto, supongamos que yo soy un cerebro en una cubeta, lleno de implantes que un neurólogo loco me va poniendo y que una poderosa computadora va generando los diversos contenidos sensoperceptuales que me aparecen por medio de esos implantes, y que yo no tenga forma de enterarme del carácter real o ilusorio de estos contenidos; en ese caso y bajo estos supuestos, que mi realidad o tu realidad sean pseudorealidades (=virtuales) o no, es irrelevante, yo tengo que vivir y ninguna de las decisiones acerca de qué hacer y cómo vivir aparece como premisa el carácter real/ilusorio de algo, v.g. no es menos mi voluntad de devolver el préstamo porque quien me lo prestó sea real/irreal mientras yo lo ignore acabadamente (10).
El tema que presenta la pregunta del poema de Montale es el vínculo que hay entre la acción y nuestras creencias factuales verdaderas o falsas. Pero nuestro lector, tal vez educado en las tradiciones éticas dominantes en el siglo XX podría decir que este tema ha sido resuelto, que de hecho no hay ningún vínculo entre ambos ya que en el escenario filosófico contemporáneo estábamos bajo la sombra de la guillotina de Hume o de la hoy conocida falacia naturalista (11), según la cual no hay ninguna relación lógica entre la forma que tiene el mundo en tanto es tal y cual cosa y la forma que deba tener el mundo en tanto deba ajustarse a tal y cual norma o mandato; bajo esta primera interpretación de la relación entere mundo y moral, el poema de Montale no agrega nada, y la pregunta que nos parecía central, parece redundante, ya que el carácter ¿fraguado, real? del mundo nada cambia las opciones morales del poseedor del secreto, opciones que de acuerdo con la guillotina de Hume deberán tener una fuente distinta a como el mundo sea, y a lo sumo, al mostrarse que el mundo es un fraude se tornarán vacuas (12).
Pero la relación entre realidad y moral no es meramente una relación de fundamentación lógica o de definición, aún cuando hayamos renunciado a los cómodos naturalismos éticos que disponían el orden moral de la Realidad a partir de los designios de alguna divinidad o del despliegue de una esencia humana recóndita, hay otra relación ente ambos, una que va mas allá de los supuestos abismos que traza la falacia naturalista. En efecto en la practica humana cotidiana y en la conducta que en ella llevamos adelante, nuestras intuiciones y creencias morales tienden a cruzarse con los hechos fácticos que nos rodean y que nosotros protagonizamos de tal modo que aunque no haya nexos lógicos entre los juicios factuales y los juicios morales, los juicios factuales son razones para actuar en una determinada situación, que (i) nos motivan a actuar o permanecer calmos, (ii) nos permiten hacer balances de beneficios y perdidas, (iii) permiten encarnar en sujetos y situaciones específicas aquello que es moralmente valorado como bueno, (iv) nos llevan a promocionar en terceros ciertas actitudes de indignación o de adhesión a principios; en suma bajo esa concepción factualidad y moralidad se precisan uno a otro. ¿Qué pasa entonces con el caminante que aprendió que todo era fraudulento?
Pero así el poema de Montale radicaliza la inutilidad de la realidad porque ya que no hay Realidad ni cosa alguna a que se apliquen y que motive juicios y valoraciones morales, estos son vacíos y no habrá razones para actuar o sujetos cuya conducta valorar y promover y tengo la libertad de elegir hacer lo que quiero, siempre que ello me preserve del generador del fraude: así la llamada moralidad se transformará en una estrategia de supervivencia, y mientras no ponga en evidencia que me enteré del fraude, o no viole lo que parece ser el plan maestro del supremo engañador (mientras mantenga “… mi secreto”), tengo la libertad absoluta para hacer lo que quiero, porque cualquier valor que se mencione para reprochar mi acción será vacío en tanto no haya nadie ni nada que le pueda dar contenido. En suma sea que la realidad es moralmente inerte, pero en este caso el poema de Montale parece cancelar el papel que la Realidad tenga en la moral, y detrás de esto parecería cancelar la misma moral, que se transformará en mero recuerdo de aquel que se ha enterado de tamaño fraude.
Pero contra la perdida de algún anclaje para la moral que parece desprenderse del poema de Montale podemos mostrar que éste revela otro punto de equilibrio, que renovará completamente el papel que tus opciones morales tienen para ti con plena independencia de la realidad: la llamada conciencia moral personal.
¿Cómo abordar el tema de la conciencia? Pensemos que tú eres de una manera particular. Hay cosas que quieres hacer o que siempre quisiste hacer y cosas que no quieres hacer o que no quisiste hacer nunca, o que en general has dejado a un lado, hay cosas que las hagan otros o no las hagan se te tornan intolerables y hay cosas que has hecho aunque a muchos les sería imposible hacerlas; y en cada caso eras tú el que decidías qué hacer. Tal vez en esas decisiones no está involucrado tu psiquismo consciente, sino algún refinado sistema de determinación inconsciente de tu conducta, tal vez sea una combinación de las fases conscientes e inconscientes que operan desde un lugar oculto de tu psiquismo. Sea como sea, el origen de estos sentimientos no los elimina, ni los reduce en significado: tú los portas y eres tú mismo quien quiere vivir de una manera y no de otra, quien elige tal cosa y descarta tal otra cosa precisamente porque tiene tales sentimientos y creencias acerca de lo que hay que hacer. De alguna manera tus elecciones y preferencias estables te van manteniendo en cierta línea, en cierto derrotero moral al que adhieres y que tomas como eje de tu vida Y ese derrotero no solo involucra tu mundo efectivo -putativo o Real, es indiferente- sino opciones y planes de vida alternativos, i.e. ese derrotero trasciende la facticidad y se despliega a la eventualidad: surge cuanto te preguntas ¿Qué haría si tal y cual cosa -que de hecho no son el caso- fueran el caso? y tu eliges que ciertas respuestas serán parte de ese derrotero mientras que otras respuestas no lo serán. Y esta elección del derrotero moral es independiente de la clase de realidad que te rodea, pues tu no sabes con ninguna certeza que el mañana, que las eventualidades serán de la misma clase que el presente y sus facticidades. Cualquiera sea la certeza del presente, incluso la certeza del mayor fraude, esta no es certeza necesaria, pues no te informa de lo que devendrá.
Y este derrotero moral en la medida que involucra elecciones y decisiones ante situaciones alternativas, le da relevancia moral a tu conciencia. Y qué forma tiene ese derrotero moral. Respecto de ello M. Murphy (13) ha propuesto el siguiente principio que permite darle forma:
Principio de conciencia: Un actor nunca debe actuar contradiciendo los juicios morales personales <aquellos dictados que establecen cómo debe actuar ante una circunstancia particular> de su propia conciencia <i.e. la razón práctica que no lleva a considerar una determinada cuestión moral>(14)
Tu crees ciertas cosas y en cada caso las crees de manera literal, no como mera pose, y tu actúas según tus creencias, y en cada caso tu actuación se puede justificar a partir de que crees que tale creencias son verdaderas, paralelamente tu cumples con ciertos mandatos que tomas en cuenta de manera literal y no como mera pose y en cada caso tus valoraciones se podrán justificar a partir de que crees que tales mandatos tienen validez moral (15), en estos casos para vos creer verdadero y ser verdadero o creer moralmente válido y ser moralmente valido convergen como lo mismo. Y bajo esta convergencia determinada por nuestra adhesión literal a normas y valoraciones, estas pasan a ser parte de nosotros, y sean lo que sean en si mismas (analizadas desde una perspectiva omnisciente), cualquier caracterización de mí como sujeto incluirá las reglas y mandatos morales a que adhiero y desde las que actúo y valores, y dado este carácter de mi subjetividad (que porto creencias y valores literales) entonces cuando actúo sobre la base de mis creencias factuales y de valoraciones morales que tomo en cuenta de manera literal, puedo decir que actuó literalmente, y de esa manea de actuar se puede llamar actuar de manera íntegra preservando la armonía entre mis juicios o valoraciones y mis acciones, armonía que proyectada como una trayectoria de vida entre la facticidad del pasado y presente y la eventualidad del futuro y lo desconocido, conforman mi derrotero moral. De ese modo actuar contra los dictados de mi conciencia incrementa la desarmonía y la inconsistencia entre mis valoraciones literales y mis acciones i.e. hace que mis valoraciones y creencias factuales sean espurias y esto precisamente es lo que quiere impedir el principio de conciencia.
Y aquí no hay ninguna razón para actuar que dependa del mundo sino una que depende de mi propia constitución como un sujeto que actúa y elige determinadas cosas, un principio que no me manda actuar en interés de ningún actor o situación exterior independientemente de donde esté y de qué clase de soporte metafísico tenga para mis creencias factuales, sino en función de mis valoraciones literales, con el objetivo de preservar mi integridad, sean cuales sean los materiales con los que yo esté hecho. O sea el principio de conciencia me impone no hacer aquello con lo que yo no quiero vivir, aquello que no quiero que esté en mi derrotero moral, sino elegir vivir de una manera no por la forma en que el mundo sea, o porque esta manea está impuesta por este mundo, sino porque no puedo vivir con es sin perder mi integridad.
Retomemos la pregunta que surge del poema de Montale: ¿tus opciones morales, tus juicios de valor, tus planes de vida necesitan que tus creencias factuales sean verdaderas o puedes mantenerles aún si sabes que tus creencias factuales son falsas? Si sabes que sus anteriores creencias factuales son falsas, que la realidad dada no es la que creíste sino alguna otra cosa que está fuera de tu comprensión, tu sigues vivo y expectante, abierto a posibilidades solo que ahora mas difíciles de intuir, aunque el secreto que te fue dado conocer te transformó pues te quitó la realidad. Y hacia ti tienes una serie de obligaciones si no quieres morir: cuidarte, estar de cierta manera, preservar tus sueños, alimentarte, en suma cada una de esas obligaciones potenciales caería en inconsistencia si actuaras de manera que viole tu integridad, y por ello son alcanzadas por un principio moral: el principio de conciencia.
Así una obligación moral se mantiene en el mas absoluto vacío, así nos mantenemos como sujetos-para-nosotros aún cuando perdamos el mundo para el que lo éramos. Superado el terror de borrachos, me voy con los hombres engañados, tal ellos mismos engaños al fin, alterando mi vida entera pero llevando en mí un fundamento de deber ser que ningún fraude podrá eliminar.
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Notas:
1.-Escritor italiano, Premio Nobel de Literatura 1965. “Tal vez una mañana” en Eugenio Montale, Hojas de jibia, Ocasiones, trad. de Horacio Armani, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1978, p. 68. “Forse un mattino andando in un´aria di vetro, / arida, rovolgendomi, vedrò compirsi il miracolo: / il nulla alla mie spalle, il vuoto dietro / di me, con un terrore di ubriaco. // Poi come s´uno schermo, s´accamperanno di gitto / alberi, case, colli per línganno consueto. / Ma sará troppo tardi; ed io me n´andrò zitto / tra gli uomini che non si veltano, / col mio segretto”
2.-Tanto el poema de Montale, como la variación que introducimos plantea la situación desde la perspectiva del cogito o de primera persona, según la cual yo no sé sino lo que se me presenta y el resultado de mis estados psicológicos personales o cogitata. Opuesta a ella está la perspectiva omnisciente (o del ojo de la divinidad) o de tercera persona, en al cual se pueden introducir en el relato elementos que no formen parte de los cogitata de un personaje que está percibiendo el cambio de escenario o la transformación de su amada/amado en Gorgona/Minotauro. En el caso anterior, si nos situamos en la perspectiva de tercera persona podríamos decir que cuando se volvió para ver a su compañía, se produjo un fenómeno físico único. v.g. la radiación proveniente de un meteorito que estallo en la alta atmósfera alteró por unos segundos las condiciones de percepción ordinarias al producirse una interfaz entre la radiación que provenía de tal suceso y la radiación normal que nos rodea, interfaz que hizo visibles fenómenos que ordinariamente se encuentran en otra banda del espectro electromagnético, lo que permitiría explicar la percepción visual anómala. Pero el problema tal como aparece en el poema es un problema que también se le presenta al narrador o al personaje que narra en tercera persona, con lo cual el intento de solución de la posibilidad de que estemos engañados cotidianamente apelando a la perspectiva omnisciente no soluciona la cuestión sino que la desplaza; el tema en rigor no es un problema gnoseológico sino metafísico: ya que no se trata del fundamento de nuestro conocimiento, sino de que sabiendo con certeza que nuestra realidad no nos presenta ningún fundamento (i.e. sabiendo que estamos engañados) igual debemos vivir.
3.-Cabe preguntarnos en este contexto que se entiende por Realidad: podemos partir de la noción de realidad que hace A. García Calvo: este autor presenta una idea tensional de realidad entendida como la suma de todas las condiciones allende nosotros, una noción menos comprometida con supuestas descripciones verdaderas del mundo que nos ofrezcan las supuestas estructuras íntimas que se nos brinden desde alguna posición de conocimiento privilegiada. Él sostiene que “… puede ser que por debajo de las rosas haya algo… pero que eso que haya, además de haberlo, sin el nombre rosa, sean rosas, esto no puede ser. Y por lo tanto: Realidad de una cosa es un compuesto entre algo que posiblemente haya en este campo en que se habla, pero del que no se habla todavía, y la idea que le hace ser a la cosa lo que sea. Toda realidad es pues ideal en parte. Asimismo, la Realidad total es el conjunto de las cosas reales tal como definidas. Esa realidad total tropieza irremediablemente con la contradicción que la constituye: en cuento, que por debajo de las ideas, la hay, tiene que ser fin, puesto que es indefinida, y en cuanto que es lo que es, y toda ha de ser, como todo ser, finita y definida” en Roman Reyes (dir.) Terminología científico social, Antrophos. Editorial del Hombre, Barcelona, 1988, art. “Realidad”. Esta noción no depende de ninguna teoría metafísica sobre lo que hay sino que solo es una relación entre lo indeterminado -sea esto lo que sea- y las cogitata humanas cuando se aplican a lo indeterminado, así cuando aplicamos el nombre rosa -que tanto nos significa y nos permite expresar literal o metafóricamente- no sabemos cada valor que él tenga para nosotros dependerá de qué cosas haya en la rosa, mas allá de que la llamemos y capturemos como rosa. Así decir de algo que sea Real es estar en un juego de tensión nunca resuelto entre (i) la aplicación de un nombre conjuntamente con la determinación de redes de características que tendrá aquello a lo que el nombre fue aplicado y (ii) algo que nos desborda, nos inquieta y queremos atrapar de una vez y para siempre, pero que se nos devela al mismo tiempo que nos muestra un permanente exceso; en otras palabras la Realidad total será aquello-que-está-allí-fuera-de-nuestras-cogitata-sea-lo-que-sea (mantendremos el empleo de mayúscula para referir a ésta noción de realidad). Esta tensión en la idea de Realidad, entre lo indeterminado/infinito/desconocido/inexpresado/que está mas allá del nombre y lo determinado/finito/enunciado/conocido/que es nombrado permite precisar que la llamada realidad fenoménica nunca agotará a la Realidad total, y que el problema que plantea el poema de Montale surge cuando caemos en cuenta que no solo no la agota sino que le es completamente extraña, en nada determinada por el nombrar, con lo cual no solo desbordará a la realidad nombrada sino que ésta dejará de ser Real.
4.- El conocimiento de algo no solo agrega información sino que literalmente transforma al que lo posee. El ejemplo más radical es el caso de Edipo quién desoyó el consejo de Yocasta (“No por los dioses no, si en algo te importa tu vida no indagues mas… ¡Ojalá nunca supieras quien eres!”) y se propuso conocer hasta las últimas consecuencias (“Saber, por oscuro que sea mi origen, esa es mi decisión irrevocable…”); y cuando se entera que él es hijo de Layo y Yocasta, y que fue predicho que mataría a su padre y que su madre lo entrego a un extraño para salvarlo de la predicción y que no pudo evitarlo al casarse con su madre -a pesar que ignoró lo que realmente estaba haciendo y que no actuó de modo que se le pueda imputar una conducta delictiva y por ende que no hizo nada malo- el conocimiento lo transformó de tal modo que se quitó la vista (“…esas cuencas vacías no son obra de nadie sino obra mía, ¡mísero de mi! ¿Qué habría de ver si nada podría ser ya la dulzura de mis ojos?”) precisamente porque él dejo de ser la persona que antes era. (Sófocles, Ajax, Antígona, Edipo Rey, trad. de Carlos Millares Solá, Salvat Editores, Madrid, 1969, ps. 163-4, 172). El ejemplo de Edipo muestra la irreductibilidad de la perspectiva de tercera persona a la de primera persona: aunque desde el punto de visa del ojo de un ser omnisciente sepamos que Edipo no cometió un crimen, la vivencia que él tiene de su acción es independiente de lo que podamos decir que haya hecho cuando lo juzgamos desde fuera de sí.
5.-También el físico aprende que la realidad que le aparece no es, hablando en términos simples, Real pues él sabe que un ente material es un complejo relacional de fuerzas electromagnéticas, fuerte y débil y que en ese nivel de la Realidad no hay nada como las propiedades organolépticas de la materia -v.g. aspereza o calor- . Este es el conflicto entre la imagen científica de la Realidad, y la imagen manifiesta de la Realidad, que se caracterizan en el marco del realismo científico, doctrina que sostiene “Un punto de vista en filosofía de la ciencia, según el cual las ciencias describen realmente un mundo independiente de la mente humana, de modo que a las teorías y a los términos teóricos les corresponden entidades existentes” cfr. A. M. Riu y J. C. Morató, Diccionario Herder de Filosofía, CD Rom, Editorial Herder, 1993, art. “Realismo científico”. En ese marco no podemos hablar de fraude, sino que el realismo científico postula que la imagen manifiesta es el efecto de estructuras de micronivel y de macronivel, niveles que son consistentes con la imagen manifiesta. Por el contrario la impresión de una realidad fraudulenta no se trata de una mera decepción cognitiva son de un engaño deliberado; y el poema de Montale avanza en esta dirección, i.e. la sensación de vacío que aparece cuando el relator se vuelve sobre sí: en este caso no es la carencia de sentido que revela la angustia sino el reconocimiento cognitivo literal de un fraude.
6.- En la película The Matrix, un personaje delata al grupo de resistentes reales, que entran y salen de la matriz de pseudorealidad porque la vida que pueda tener en ella es mas plena que la vida que tiene en la nave submarina de los resistentes en la realidad. Es claro que el balance de placer del personaje selecciona la situación sensoperceptualmente más placentera, con independencia de que esa situación sea o no Real. En la película no está claro si esa selección conlleva el olvido de que su situación actual no es real sino simulada; en el aso que el personaje sepa durante su vida en la matriz que ésta es una virtualidad, él habrá respondido afirmativamente y sin inconveniente a la tercera cuestión que plantea el poema de Montale, (aunque en aras de al trama de la película, a los programas autoconcientes que vigilan la matriz no les convendrá que ese conocimiento quede instalado en el personaje porque podría ser una fuente potencial de desestabilización de la matriz, aunque este caso no es el que nos interesa porque en el poema la conciencia del fraude está dada y no es elegida) y en ese caso él vivirá con un terrible secreto sin problemas. La cuestión es si tal situación es plausible, o mas bien la contraria, en la que el secreto terrible lleva a la locura (tal como lo cuenta un cuento de ciencia ficción de Fredric Brown -“Ven y enloquece”- donde un hombre descubre que las hormigas tienen conciencia y dominan y manipulan a los humanos deliberadamente y esto se resuelve en una locura sin retorno).
7.- Ésta es una de las ideas mas constantes del pensamiento humano y se puede rastrear en diversas filosofías y religiones. Filosóficamente se la conoce como el problema del mundo externo, el que origino diversas tesis para la fundamentación del conocimiento a partir de materiales indudables (i.e. “En la filosofía moderna, a partir de Descartes, la existencia misma del mundo puede ser puesta en duda. Puesto que nuestro conocimiento no es directamente conocimiento de cosas sino conocimiento de pensamientos <cogitata>, puede dudarse de la existencia misma de un mondo externo” cfr. Diccionario de Filosofía Herder, op. Cit. Artículo “Mundo”). En las religiones la apelación a una diferencia entre la realidad circundante y la Realidad tiene una relación directa con el carácter de pérdida o caída que tenía la inmersión en el mundo fenoménico y la necesidad soteriológica de trascenderlo, ya que esta dualidad no era meramente una dualidad ontológica entre una realidad natural y una sobrenatural, sino que remitía a una dualidad funcional: la salvación suponía abandonar el mundo circundante -sea natural o sea creado por nosotros- y emprender un camino que nos lleve mas allá de este mundo circundante. Como ilustración de esto se puede mencionar la doctrina hindú de Mâya que es “…la energía …o aspecto dinámico de lo divino… Brahman tiene dos aspectos <uno de los cuales es> Avidya …ilusión cósmica que se sobreimpone al Brahman velando la visión del ser humano, del modo que éste sólo percibe la multiplicidad del mundo y no la Realidad única y aparta al hombre de Dios aprisionándolo en la mundanidad <la que es transcendida cuando se alcanza> el conocimiento efectivo del Brahman, del Absoluto…” doctrina que también se mantuvo en el budismo que entendió por Mâya al mundo fenoménico que reclama a la mente de un sujeto no-iluminado (cfr. S. Schuhmancher y G. Woemer -comp.- Diccionario de Sabiduría Oriental, Editorial Paidós, Barcelona, 1993, art. “Mâya”). En la tradición mística cristiana, cuyas fuentes son diferentes, también aparece la necesidad de superación de al realidad mundana por medio de un camino de acceso, como por ejemplo la enseñanza de Meister Eckhart quien proponía una serie de pasos de accesis, el último de los cuáles nos llevaba a “… que el hombre, luego de haber sido desnudado de su propia imagen, ha sido transformado en la imagen de al eternidad divina y ha logrado un olvido totalmente perfecto de la vida perecedera y temporal, y ha sido atraído por una imagen divina tranformándose en ella… no existe mas allá grado mas sublime y allí hay tranquilidad y bienaventuranza eterna…” (cfr. Obras alemanas, Tratados y sermones, EDHASA, Barcelona, 1983, ps 223-4, subrayado nuestro) en el cual el mundo circundante, fenoménico, es el no-mundo o sea la realidad-vivida-y-ahora-olvidada, y ese olvido del mundo restaura el carácter de imagen divina que tiene la criatura i.e. se afirma la necesidad de perder el mundo para lograr la salvación.
8.- En “No era sicigia”.
9.- En principio el solipsista no niega toda realidad sino que niega cualquier otra realidad que no sea la suya,y esa posición tan extrema es el resultado de un criterio extremo de autoridad epistémica de primera persona “…según el cual se cree que solo existe uno mismo, esto es la propia mente y sus representaciones <en cuyo caso el> criterio de verdad es al verdad conocida inmediatamente por la sustancia pensante <en términos generales son los contenidos inmediatos de conciencia>…” (Cfr. Diccionario Herder de Filosofía, op. cit. artículo “Solipsismo”). El propio criterio de autoridad epistémica lo lleva al solipsista a rechazar cualquier otra realidad pero su realidad permanece tan firme y robusta como firme es su conciencia y sus contenidos inmediatos. Pero en el caso del poema de Montale, el solipsista se enfrentará con dos realidades producidas por su psiquismo: una putativa que paree coherente con sus creencias mundanas y otra Real, que a pesar de ser producida por su psiquismo es inabordable por su conciencia.
10.-Hillary Putnam generó un clásico ejemplo de filosofía ficción con el caso del cerebro en la cubeta. Antes que él, Philip K. Dick lo hizo con una sutileza metafísica muy superior en el cuento “We Can Remember it for your Wholeseale” (1966) -que dio origen a una desafortunada versión llamada El vengador del futuro (Carolco, 1990)- donde deja abierta la terrible posibilidad de ilusiones de realidad implantadas en forma anidada, de modo tal que el sujeto sale de una a otra pero no puede saber que esa sea la Realidad, porque aquella a la que arriba se le diluye en otras ilusiones. La misma idea cargada de las connotaciones que propone Dick, esta en una olvidada novela de Daniel Galouye, -Simulacron-3- que, en cierto sentido, anticipa la premisa de The Matrix.
11.-Se asocia con la obra de D. Hume la tesis de que los juicios de valor no se siguen lógicamente de los juicios factuales cfr. “No puedo dejar de añadir a estos razonamientos una observación que puede resultar de alguna importancia. En todo sistema moral de que haya tenido noticia, hasta ahora, he podido siempre observar que el autor sigue durante cierto tiempo el modo de hablar ordinario, estableciendo la existencia de Dios o realizando observaciones sobre los humanos de pronto me encuentro con la sorpresa de que, en vez de las cópulas habituales de las proposiciones: es y no es, no veo ninguna proposición que no esté conectada con un debe o no debe. Este cambio es imperceptible pero resulta, sin embargo de la mayor importancia. En efecto, en cuanto que este debe o no debe expresa alguna nueva relación o afirmación, es necesario que ésta sea observada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de algo que parece absolutamente inconcebible, a saber: cómo es posible que esta nueva relación se deduzca de otras totalmente diferentes. Pero como los autores no usan por lo común de esa precaución, me atreveré a recomendarla a los lectores: estoy seguro de que una pequeña reflexión sobre esto subvertirá todos los sistema corrientes de moralidad, haciéndonos ver que la distinción entre vicio y virtud ni está basada meramente en relaciones de objetos ni es percibida por la razón” (cfr. David Hume, Tratado de la naturaleza humana, Editora Nacional, Madrid, 1977, vol. 2 p. 689-90). La tesis de Hume es terminal: cualquiera que sean las razone por las cuales dices actuar, si estas solo exponen situaciones fácticas en un vocabulario descriptivo no determinarán ninguna norma o valoración en particular. En la misma dirección falacia naturalista, es el término acuñado por G.E. Moore, cuando propone su posición intuicionista como reacción ante el utilitarismo moral; así define Moore que el predicado “bueno” no se puede analizar en términos de predicados naturales como “alto” o “desgarbado” y que cualquier intento de traducir “bueno” a los predicados naturales es una falacia, la que le imputa a Stuart Mill “… Mill ha efectuado el uso mas ingenuo y burdo de la falacia naturalista que cualquiera podría desear. Bueno, nos dice significa deseable, y sólo podemos descubrir qué es deseable tratando de descubrir qué es lo realmente deseado… Bajo la cobertura que le otorga la palabra deseable Mill ha introducido ilegalmente la noción misma acerca de la cual debería haber tenido claridad” (Cfr. G.E. Moore, Principia Ethica, citado por E. Rabossi, Estudios éticos, Universidad de Carabobo, Valencia Venezuela, 1979, ps. 94-5), en efecto, según Moore, Mill intenta en último caso, sostener que ser deseado de hecho = ser bueno, lo que contradice la tesis que sostiene que no se pueden definir la bondad de algo a parir de propiedades naturales como el hecho que algo sea deseado por alguien (de lo contrario los deseos de un pervertido o un cretino serían moralmente relevantes para determinar la bondad de sus acciones).
12.-En general las posiciones que surgieron a la luz de las doctrinas de Hume y Moore son versiones del emotivismo ético o del intuicionismo según las cuales los juicios morales expresan estados emocionales de un sujeto, o expresan la captación por medio de una facultad especial -la intuición moral- de algún mundo de verdades morales puras. En cualquier caso estas dos escuelas prescinden del mundo fáctico de modo por completo.
13.-En lo que sigue seguiremos con algunas diferencias, ciertas ideas que propone Mark Murphy, en “The conscience principle”, Journal of Philosophical Research, XXII (1997) 387-407.
14.-Murphy, op. cit. 387-8.
15.-Un actor S cree una proposición P verdadera/valora un mandato M válido moralmente si la proposición/mandato es parte del sistema de creencias/normas de S, y S reconoce explícitamente de manera franca y en un contexto lingüístico estándar y sin ocultar ningún elemento de tal proposición/mandato, que tiene a tal proposición/mandato por verdadera/válida. De esta definición se sigue que la creencia o valoración de manera literal es compatible con su corrección o cambio, pero no es compatible con la aceptación de la posibilidad de que no-P sea el caso (i.e. si S dice “Es falso que el agua hierva a 117 ºC a nivel del mar pero yo creo que el agua hierve a 117 ºC a nivel del mar” diríamos que S no cree literalmente que el agua hierva a 117 ºC a nivel del mar, lo mismo ocurre con los mandatos morales).
¿Necesitas de la Realidad para Ser Moral? – por Alejandro Miroli
¿Necesitas de la realidad para ser moral?
Por Alejandro Miroli
“Tal vez una mañana, caminando bajo un aire de vidrio
árido, volviéndome, veré hacerse el milagro
la nada a mis espaldas, el vacío detrás
de mí, con terror de borracho
Luego, como una pantalla, se detendrán de pronto
Colinas, casas, arboles para el común engaño
pero será muy tarde, y yo me iré callado
en medio de los hombres que no se vuelven
con mi secreto”
Eugenio Montale(1)
Podemos partir de un contraste, supongamos un relato que ponga una eliminación singular de la realidad y hagamos un contraste con el poema de Montale: tú y tu amada/o salen de viaje, y pasan una noche sin luna a la luz de las estrellas en el campo, donde observan la plenitud de la Vía Láctea, y esa noche tú percibes una extraña conjunción entre la luz estelar y alguna otra cosa, como una perturbación de fondo, y en ese momento, como movido por una inquietud que nunca te asaltó te vuelves para verla/o y ves que ella/él es Gorgona/Minotauro, sus ojos brillando con una luz propia, las serpientes silbando sobre su cabeza y sus afilados dientes asomándose amenazadores de sus labios/sus cuernos afilados, la pelambre sudada y el aliento sobre nuestro rostro (2). Y de pronto la imagen cede y es ella/él aquellos que siempre conociste. Pero la impresión que tuviste te queda tan intensa, los olores, los sonidos, la visión, la luz que la rodeó, que te invade la certeza: has visto la verdadera naturaleza de ella/él, es Gorgona/Minotauro; pero luego nada en su conducta posterior a esa revelación lo delata (ni ningún recuerdo anterior pareciera preanunciarla); ahora le miras con terror mal escondido sin dejar de preguntarte cómo esa mujer/ese hombre que en nada lo aparenta podrá ser aquel ser proteico, fuente de males y horrores que has percibido con extrema evidencia. De pronto te preguntas, sea Gorgona/Minotauro o no, dado que -excepto ese único dato- nada parece haber cambiado ¿debo repudiarle, o entrar en un compás de espera, o amarle menos, o sencillamente dejar que todo siga igual? Y si cambias tu actitud hacia ella/él ¿es que acaso tu amor exige que ella/él sea lo que tu siempre has creído que era, acaso cambiara si ella/él -sea quién sea- en nada defrauda lo que esperas que haga, aunque en algún nivel profundo que nunca se manifiesta, salvo aquella única vez, él/ella sea otra cosa? Cualquiera sea la respuesta que des, en ella aparecerá el hecho que tienes un mundo fijo y -Gorgona/Minotauro presente- ese mundo fijo te trasmite su fuerza y habitualidad, la bóveda celeste no nos engaña y, contra esa estabilidad de fondo que mantiene tus certezas, podrás decidir y podrás juzgar a Gorgona/Minotauro en nombre de los fueros de la Realidad (3).
Y si le rechazas podré entenderlo: tú esperarás en cualquier momento el golpe traidor que según la tradición Gorgona/Minotauro ha profesado siempre, i.e. el transformarte en estatua si la miras de frente/el ensartare con su cornamenta, y ese conocimiento te ha transformado, la espera de algo te hace ver a tu ¿amada/amado? como otra cosa y ese conocimiento puede matar y cambiar todo el sentimiento que antes tenías hacia ese ser que ahora es extraño, y allí aparece la ruptura. Tal vez las rutinas diarias de ella/él lo desmientan, pero ¿dejarás de estar esperando sin seguridad lo peligros que la tradición asociaba a Gorgona/Minotauro y alejarás tal presencia extraña de tu ámbito de familiaridad, no porque te amenace de modo efectivo, sino porque el conocimiento de la mera posibilidad te cambió de manera irreversible (4)? ¿O por lo contrario la persistencia de los hábitos y de las costumbres del mundo que tienes de fondo, te motive a seguir, a ocultar la certeza, sin reparar en que ella/él no es quien tu creías?
¿Y si la revelación fuera mas extraña, si no fuera Gorgona/Minotauro, sino algo amorfo, algo sin nombre, una pura extrañeza? ¿Y si hubiera una pura incógnita, pura contingencia sin dirección? i. e. ¿qué pasa si toda la realidad es Gorgona/Minotauro, si la certidumbre te alcance cuando ella se revela un fraude total? Entonces no tendrías una realidad de fondo y nada concreto te daría un sentido fijo, sino que estarías sumido en dudas que nada parecería responder, y en este caso ¿cómo puedes revelarte contra la Realidad, cuando no tienes un punto fijo de amarre que no seas tu mismo? En esos casos parece que sólo la locura pueda salvarte. Y si no, ¿cómo cambiaría tu vida si supieras que todas tus creencias sobre la realidad son falsas y que la realidad que te circunda es fraudulenta, pero a pesar de ello, observas que la realidad putativa satisface tus esperas? En suma la realidad que te circunda no es Realidad, pero tiene la misma apariencia que antes que parecía ser Real, nos presenta las mismas cosas, sólo que lo que creías verdadero se te aparece como un fraude (5).
Ese problema se vincula directamente con uno de los temas filosóficos más persistentes de la modernidad: el anclaje de nuestras creencias y deberes más básicos en un mundo exterior que esté fuera de toda discusión, que sea tal como se nos presenta o que sea consistente con lo que se nos presenta y que sea trasparente a la inspección cognitiva y a al intuición axiológica. Y la filosofía moderna encaró este problema tratando de encontrar argumentos que partieran de premisas indudables y concluyeran en forma necesaria, que nuestras creencias básicas son verdaderas y que nuestros deberes básicos están fundados.
Y contra este axioma central de la modernidad -que acepta la existencia de una subjetividad que conquista la Realidad y la torna esclava de su mandato- el poema de Montale canta una decepción cognitiva global: ya no es sólo una cosa la que te decepciona, sino “…la nada a mis espaldas /…/ <donde> se detendrán de pronto/ Colinas, casas, árboles para el común engaño”.
Podemos presentar el problema del poema en tres tesis:
(I) nuestra realidad no es la Realidad per se -sea lo que esta sea- y vivimos en una realidad putativa, no en la Realidad;
(II) cualquiera que sea el origen de esa realidad putativa – sea ella el producto de un dios perezoso, o de un genio maligno, o de una mente solipsista o de procesos mentales que están mas allá de nuestro control consciente o de un hipnotizador o de un científico loco que mantiene nuestro cerebro en una cubeta unido a una computadora o vaya uno a saber cuál- de alguna manera podemos enterarnos que es una realidad putativa ya que atisbamos como se monta una escena, lo que puede tener efectos en nuestras creencias fácticas y nuestros deberes normativos;
(III) sólo a mi me cabe enterarme de esto pues mi prójimo no ha tenido esa terrible revelación, de modo que debo vivir yo con ese secreto sin que mi vida se desmorone (6).
La tesis (I) ilustra la clásica tesis del carácter ilusorio del mundo según la cual aquello que se me aparece en condiciones normales no es la última y verdadera Realidad sino que ésta es otra cosa (7). Por el contrario las tesis (II)-(III) difieren de los usos filosóficos de la tesis (I) pues la ponen a esta en un terreno moral. En la versión de Montale, la tesis (II) es contracartesiana: a diferencia del esfuerzo de Descartes -que buscaba una percepción que no pudiera ser derrotada por ningún intento de duda que se opusiera, en el poema la percepción no es defectiva, sino que me da certeza de un engaño que está allí afuera, o sea, lejos de los complicados experimentos metafísicos de Descartes o de Putman, el poema le da una vuelta radical a todas las filosofías de la sospecha que elevan la cortina de las impresiones -Mâya- sobre la conciencia -que será como un teatro interno donde malamente se intente representar la Realidad- y sugiere, desde la simple posición de un realista ingenuo del sentido común hablando de momentos cotidianos que no exigen ninguna capacidad cognitiva extraordinaria -como sería una intuición pura o alguna identificación mística con la Realidad- la mas espantosa de las verdades: todo es falso y me aparece sin distorsión alguna como fraude. En este caso nada en mi funciona mal de algún modo que me pudiera engañar, sino que con la misma certeza que puedo decir que es cierto que ésa que veo y muevo delante de mis ojos es mi mano izquierda, conozco plenamente el mayor de los fraudes (situación que a la que se arriba en el poema de Montale con un bagaje metafísico de utilería). Mientras en el uso filosófico estándar los argumentos de la ilusión se emplean en la fundamentación absoluta del conocimiento de la Realidad o para argüir sobre la imposibilidad de un internalismo extremo, o al contrario sobre el escepticismo acerca del mundo externo y de otras mentes, la sugerencia del poema de Montale, deja a un lado toda la significación gnoseológica de tales ejemplos, y presenta -en forma literaria- la cuestión de si podemos vivir sabiendo que todas nuestras creencias son falsas. Y a la atroz certeza sigue la atroz pregunta ¿puedo vivir con ese conocimiento, cuando el conocimiento me cambia y no tengo un marco de referencia fijo, porque todo el marco -la Realidad- se esfumo?, o sea si el percatamiento del fraude nos cambia, cómo puedo vivir en medio de ese fraude, mas cuando soy solo yo quien lo sabe, ya que me quede “…en medio de los hombres que no se vuelven / con mi secreto.”. Si el caminante vuelve sobre su ruta, y alcanza al grupo de viajantes que con él salió a tomar aire fresco, viejos camaradas de tantas andanzas con quienes lo unen sólidos lazos que le obligan a ayudarles y brindarles la misma hospitalidad que recibe de ellos, y ahora sabe que todo es mentira que ellos creen ir a una ciudad, caminar por calles con historia, recordar un pasado, y solo viven un fraude o tal vez sean ellos mismos partes del fraude, y que nada puede él hacer para corregir eso porque el momento de la certeza se abrió solo para él, entonces los mira, se toma del hombro con el mas cercano, plantea parar en una casa de refrescos y se olvida de la revelación. O no.
En suma el poema nos enfrenta con dos cuestiones (i) ¿necesitamos la Realidad? Y (ii) ¿cómo podemos vivir cuando sabemos que nada es Real? Tu puedes rechazar estas preguntas, puedes alegar que ellas no son válidas, ya que acaso pudieras parar a un peatón en la calle y pretender que te responda “Vea, tal vez nada sea real, pero yo no preciso que lo sea”, porque lo más probable es que no entienda qué sea prescindir de la Realidad. Tal vez nuestro peatón sea un solipsista, tal vez él prescinda de mi realidad, tal vez cuando yo le hable de los contenidos de mi realidad él los ponga en duda o los rechace, y me proponga que admita que los únicos contenidos reales son los suyos, y que yo soy un invento suyo (8). Pero podríamos formular la pregunta de manera que alcance incluso un solipsista ya que un solipsista que niegue su realidad sería un imposible pues la realidad del solipsista es tan firme y mundana para él como la realidad mundana es firme y robusta para cualquier defensor del sentido común. Si el solipsista fuera el sujeto del poema de Montale el problema para él sería el mismo: su psiquismo -fuente de toda realidad para él- le produce una realidad putativa que es coherente con todas sus creencias mundanas, pero en algún momento, le deja ver que esa realidad putativa de la que es consciente es fraudulenta y que todas sus creencias son falsas aunque su psiquismo produzca tanto las creencias como la realidad a la que ellas refieren (9).
En resumen, si lo que hubiera fuese “la nada a mis espaldas, el vacío detrás de mí/, con terror de borracho” llegaríamos a la siguiente situación:
Aquello que creemos Realidad = ilusión autoimplantada o heteroimplantada o decepción conceptual o error sensoperceptual irrevocable ? creencias personales serán sistemáticamente falsas
Y ante esa situación surge la pregunta central que propone el poema ¿tus opciones morales, tus juicios de valor, tus planes de vida necesitan que tus creencias factuales sean verdaderas o puedes mantenerles aún si sabes que tus creencias factuales son falsas? i. e. preguntar si podemos vivir sin la Realidad -que ahora sabemos es fraudulenta- es preguntar si esto altera tus deberes morales y tus juicios de valor. Y la situación adquiere un matiz ominoso: cuando sólo Gorgona/Minotauro era fraude podías apelar al mundo, que en su robustez te podía brindar un reparo para enfrentar y decidir si esa extraña y ominosa presencia merecían alguna confianza tuya; pero Montale te puso ante la completa carencia de mundo, y aquello que está detrás, desde donde se armó el fraude, parece arrojar sombras más oscuras que Gorgona/Minotauro.
En principio la cuestión se reduce a la mera ignorancia o conocimiento de ello: en efecto, supongamos que yo soy un cerebro en una cubeta, lleno de implantes que un neurólogo loco me va poniendo y que una poderosa computadora va generando los diversos contenidos sensoperceptuales que me aparecen por medio de esos implantes, y que yo no tenga forma de enterarme del carácter real o ilusorio de estos contenidos; en ese caso y bajo estos supuestos, que mi realidad o tu realidad sean pseudorealidades (=virtuales) o no, es irrelevante, yo tengo que vivir y ninguna de las decisiones acerca de qué hacer y cómo vivir aparece como premisa el carácter real/ilusorio de algo, v.g. no es menos mi voluntad de devolver el préstamo porque quien me lo prestó sea real/irreal mientras yo lo ignore acabadamente (10).
El tema que presenta la pregunta del poema de Montale es el vínculo que hay entre la acción y nuestras creencias factuales verdaderas o falsas. Pero nuestro lector, tal vez educado en las tradiciones éticas dominantes en el siglo XX podría decir que este tema ha sido resuelto, que de hecho no hay ningún vínculo entre ambos ya que en el escenario filosófico contemporáneo estábamos bajo la sombra de la guillotina de Hume o de la hoy conocida falacia naturalista (11), según la cual no hay ninguna relación lógica entre la forma que tiene el mundo en tanto es tal y cual cosa y la forma que deba tener el mundo en tanto deba ajustarse a tal y cual norma o mandato; bajo esta primera interpretación de la relación entere mundo y moral, el poema de Montale no agrega nada, y la pregunta que nos parecía central, parece redundante, ya que el carácter ¿fraguado, real? del mundo nada cambia las opciones morales del poseedor del secreto, opciones que de acuerdo con la guillotina de Hume deberán tener una fuente distinta a como el mundo sea, y a lo sumo, al mostrarse que el mundo es un fraude se tornarán vacuas (12).
Pero la relación entre realidad y moral no es meramente una relación de fundamentación lógica o de definición, aún cuando hayamos renunciado a los cómodos naturalismos éticos que disponían el orden moral de la Realidad a partir de los designios de alguna divinidad o del despliegue de una esencia humana recóndita, hay otra relación ente ambos, una que va mas allá de los supuestos abismos que traza la falacia naturalista. En efecto en la practica humana cotidiana y en la conducta que en ella llevamos adelante, nuestras intuiciones y creencias morales tienden a cruzarse con los hechos fácticos que nos rodean y que nosotros protagonizamos de tal modo que aunque no haya nexos lógicos entre los juicios factuales y los juicios morales, los juicios factuales son razones para actuar en una determinada situación, que (i) nos motivan a actuar o permanecer calmos, (ii) nos permiten hacer balances de beneficios y perdidas, (iii) permiten encarnar en sujetos y situaciones específicas aquello que es moralmente valorado como bueno, (iv) nos llevan a promocionar en terceros ciertas actitudes de indignación o de adhesión a principios; en suma bajo esa concepción factualidad y moralidad se precisan uno a otro. ¿Qué pasa entonces con el caminante que aprendió que todo era fraudulento?
Pero así el poema de Montale radicaliza la inutilidad de la realidad porque ya que no hay Realidad ni cosa alguna a que se apliquen y que motive juicios y valoraciones morales, estos son vacíos y no habrá razones para actuar o sujetos cuya conducta valorar y promover y tengo la libertad de elegir hacer lo que quiero, siempre que ello me preserve del generador del fraude: así la llamada moralidad se transformará en una estrategia de supervivencia, y mientras no ponga en evidencia que me enteré del fraude, o no viole lo que parece ser el plan maestro del supremo engañador (mientras mantenga “… mi secreto”), tengo la libertad absoluta para hacer lo que quiero, porque cualquier valor que se mencione para reprochar mi acción será vacío en tanto no haya nadie ni nada que le pueda dar contenido. En suma sea que la realidad es moralmente inerte, pero en este caso el poema de Montale parece cancelar el papel que la Realidad tenga en la moral, y detrás de esto parecería cancelar la misma moral, que se transformará en mero recuerdo de aquel que se ha enterado de tamaño fraude.
Pero contra la perdida de algún anclaje para la moral que parece desprenderse del poema de Montale podemos mostrar que éste revela otro punto de equilibrio, que renovará completamente el papel que tus opciones morales tienen para ti con plena independencia de la realidad: la llamada conciencia moral personal.
¿Cómo abordar el tema de la conciencia? Pensemos que tú eres de una manera particular. Hay cosas que quieres hacer o que siempre quisiste hacer y cosas que no quieres hacer o que no quisiste hacer nunca, o que en general has dejado a un lado, hay cosas que las hagan otros o no las hagan se te tornan intolerables y hay cosas que has hecho aunque a muchos les sería imposible hacerlas; y en cada caso eras tú el que decidías qué hacer. Tal vez en esas decisiones no está involucrado tu psiquismo consciente, sino algún refinado sistema de determinación inconsciente de tu conducta, tal vez sea una combinación de las fases conscientes e inconscientes que operan desde un lugar oculto de tu psiquismo. Sea como sea, el origen de estos sentimientos no los elimina, ni los reduce en significado: tú los portas y eres tú mismo quien quiere vivir de una manera y no de otra, quien elige tal cosa y descarta tal otra cosa precisamente porque tiene tales sentimientos y creencias acerca de lo que hay que hacer. De alguna manera tus elecciones y preferencias estables te van manteniendo en cierta línea, en cierto derrotero moral al que adhieres y que tomas como eje de tu vida Y ese derrotero no solo involucra tu mundo efectivo -putativo o Real, es indiferente- sino opciones y planes de vida alternativos, i.e. ese derrotero trasciende la facticidad y se despliega a la eventualidad: surge cuanto te preguntas ¿Qué haría si tal y cual cosa -que de hecho no son el caso- fueran el caso? y tu eliges que ciertas respuestas serán parte de ese derrotero mientras que otras respuestas no lo serán. Y esta elección del derrotero moral es independiente de la clase de realidad que te rodea, pues tu no sabes con ninguna certeza que el mañana, que las eventualidades serán de la misma clase que el presente y sus facticidades. Cualquiera sea la certeza del presente, incluso la certeza del mayor fraude, esta no es certeza necesaria, pues no te informa de lo que devendrá.
Y este derrotero moral en la medida que involucra elecciones y decisiones ante situaciones alternativas, le da relevancia moral a tu conciencia. Y qué forma tiene ese derrotero moral. Respecto de ello M. Murphy (13) ha propuesto el siguiente principio que permite darle forma:
Principio de conciencia: Un actor nunca debe actuar contradiciendo los juicios morales personales <aquellos dictados que establecen cómo debe actuar ante una circunstancia particular> de su propia conciencia <i.e. la razón práctica que no lleva a considerar una determinada cuestión moral>(14)
Tu crees ciertas cosas y en cada caso las crees de manera literal, no como mera pose, y tu actúas según tus creencias, y en cada caso tu actuación se puede justificar a partir de que crees que tale creencias son verdaderas, paralelamente tu cumples con ciertos mandatos que tomas en cuenta de manera literal y no como mera pose y en cada caso tus valoraciones se podrán justificar a partir de que crees que tales mandatos tienen validez moral (15), en estos casos para vos creer verdadero y ser verdadero o creer moralmente válido y ser moralmente valido convergen como lo mismo. Y bajo esta convergencia determinada por nuestra adhesión literal a normas y valoraciones, estas pasan a ser parte de nosotros, y sean lo que sean en si mismas (analizadas desde una perspectiva omnisciente), cualquier caracterización de mí como sujeto incluirá las reglas y mandatos morales a que adhiero y desde las que actúo y valores, y dado este carácter de mi subjetividad (que porto creencias y valores literales) entonces cuando actúo sobre la base de mis creencias factuales y de valoraciones morales que tomo en cuenta de manera literal, puedo decir que actuó literalmente, y de esa manea de actuar se puede llamar actuar de manera íntegra preservando la armonía entre mis juicios o valoraciones y mis acciones, armonía que proyectada como una trayectoria de vida entre la facticidad del pasado y presente y la eventualidad del futuro y lo desconocido, conforman mi derrotero moral. De ese modo actuar contra los dictados de mi conciencia incrementa la desarmonía y la inconsistencia entre mis valoraciones literales y mis acciones i.e. hace que mis valoraciones y creencias factuales sean espurias y esto precisamente es lo que quiere impedir el principio de conciencia.
Y aquí no hay ninguna razón para actuar que dependa del mundo sino una que depende de mi propia constitución como un sujeto que actúa y elige determinadas cosas, un principio que no me manda actuar en interés de ningún actor o situación exterior independientemente de donde esté y de qué clase de soporte metafísico tenga para mis creencias factuales, sino en función de mis valoraciones literales, con el objetivo de preservar mi integridad, sean cuales sean los materiales con los que yo esté hecho. O sea el principio de conciencia me impone no hacer aquello con lo que yo no quiero vivir, aquello que no quiero que esté en mi derrotero moral, sino elegir vivir de una manera no por la forma en que el mundo sea, o porque esta manea está impuesta por este mundo, sino porque no puedo vivir con es sin perder mi integridad.
Retomemos la pregunta que surge del poema de Montale: ¿tus opciones morales, tus juicios de valor, tus planes de vida necesitan que tus creencias factuales sean verdaderas o puedes mantenerles aún si sabes que tus creencias factuales son falsas? Si sabes que sus anteriores creencias factuales son falsas, que la realidad dada no es la que creíste sino alguna otra cosa que está fuera de tu comprensión, tu sigues vivo y expectante, abierto a posibilidades solo que ahora mas difíciles de intuir, aunque el secreto que te fue dado conocer te transformó pues te quitó la realidad. Y hacia ti tienes una serie de obligaciones si no quieres morir: cuidarte, estar de cierta manera, preservar tus sueños, alimentarte, en suma cada una de esas obligaciones potenciales caería en inconsistencia si actuaras de manera que viole tu integridad, y por ello son alcanzadas por un principio moral: el principio de conciencia.
Así una obligación moral se mantiene en el mas absoluto vacío, así nos mantenemos como sujetos-para-nosotros aún cuando perdamos el mundo para el que lo éramos. Superado el terror de borrachos, me voy con los hombres engañados, tal ellos mismos engaños al fin, alterando mi vida entera pero llevando en mí un fundamento de deber ser que ningún fraude podrá eliminar.
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Notas:
1.-Escritor italiano, Premio Nobel de Literatura 1965. “Tal vez una mañana” en Eugenio Montale, Hojas de jibia, Ocasiones, trad. de Horacio Armani, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1978, p. 68. “Forse un mattino andando in un´aria di vetro, / arida, rovolgendomi, vedrò compirsi il miracolo: / il nulla alla mie spalle, il vuoto dietro / di me, con un terrore di ubriaco. // Poi come s´uno schermo, s´accamperanno di gitto / alberi, case, colli per línganno consueto. / Ma sará troppo tardi; ed io me n´andrò zitto / tra gli uomini che non si veltano, / col mio segretto”
2.-Tanto el poema de Montale, como la variación que introducimos plantea la situación desde la perspectiva del cogito o de primera persona, según la cual yo no sé sino lo que se me presenta y el resultado de mis estados psicológicos personales o cogitata. Opuesta a ella está la perspectiva omnisciente (o del ojo de la divinidad) o de tercera persona, en al cual se pueden introducir en el relato elementos que no formen parte de los cogitata de un personaje que está percibiendo el cambio de escenario o la transformación de su amada/amado en Gorgona/Minotauro. En el caso anterior, si nos situamos en la perspectiva de tercera persona podríamos decir que cuando se volvió para ver a su compañía, se produjo un fenómeno físico único. v.g. la radiación proveniente de un meteorito que estallo en la alta atmósfera alteró por unos segundos las condiciones de percepción ordinarias al producirse una interfaz entre la radiación que provenía de tal suceso y la radiación normal que nos rodea, interfaz que hizo visibles fenómenos que ordinariamente se encuentran en otra banda del espectro electromagnético, lo que permitiría explicar la percepción visual anómala. Pero el problema tal como aparece en el poema es un problema que también se le presenta al narrador o al personaje que narra en tercera persona, con lo cual el intento de solución de la posibilidad de que estemos engañados cotidianamente apelando a la perspectiva omnisciente no soluciona la cuestión sino que la desplaza; el tema en rigor no es un problema gnoseológico sino metafísico: ya que no se trata del fundamento de nuestro conocimiento, sino de que sabiendo con certeza que nuestra realidad no nos presenta ningún fundamento (i.e. sabiendo que estamos engañados) igual debemos vivir.
3.-Cabe preguntarnos en este contexto que se entiende por Realidad: podemos partir de la noción de realidad que hace A. García Calvo: este autor presenta una idea tensional de realidad entendida como la suma de todas las condiciones allende nosotros, una noción menos comprometida con supuestas descripciones verdaderas del mundo que nos ofrezcan las supuestas estructuras íntimas que se nos brinden desde alguna posición de conocimiento privilegiada. Él sostiene que “… puede ser que por debajo de las rosas haya algo… pero que eso que haya, además de haberlo, sin el nombre rosa, sean rosas, esto no puede ser. Y por lo tanto: Realidad de una cosa es un compuesto entre algo que posiblemente haya en este campo en que se habla, pero del que no se habla todavía, y la idea que le hace ser a la cosa lo que sea. Toda realidad es pues ideal en parte. Asimismo, la Realidad total es el conjunto de las cosas reales tal como definidas. Esa realidad total tropieza irremediablemente con la contradicción que la constituye: en cuento, que por debajo de las ideas, la hay, tiene que ser fin, puesto que es indefinida, y en cuanto que es lo que es, y toda ha de ser, como todo ser, finita y definida” en Roman Reyes (dir.) Terminología científico social, Antrophos. Editorial del Hombre, Barcelona, 1988, art. “Realidad”. Esta noción no depende de ninguna teoría metafísica sobre lo que hay sino que solo es una relación entre lo indeterminado -sea esto lo que sea- y las cogitata humanas cuando se aplican a lo indeterminado, así cuando aplicamos el nombre rosa -que tanto nos significa y nos permite expresar literal o metafóricamente- no sabemos cada valor que él tenga para nosotros dependerá de qué cosas haya en la rosa, mas allá de que la llamemos y capturemos como rosa. Así decir de algo que sea Real es estar en un juego de tensión nunca resuelto entre (i) la aplicación de un nombre conjuntamente con la determinación de redes de características que tendrá aquello a lo que el nombre fue aplicado y (ii) algo que nos desborda, nos inquieta y queremos atrapar de una vez y para siempre, pero que se nos devela al mismo tiempo que nos muestra un permanente exceso; en otras palabras la Realidad total será aquello-que-está-allí-fuera-de-nuestras-cogitata-sea-lo-que-sea (mantendremos el empleo de mayúscula para referir a ésta noción de realidad). Esta tensión en la idea de Realidad, entre lo indeterminado/infinito/desconocido/inexpresado/que está mas allá del nombre y lo determinado/finito/enunciado/conocido/que es nombrado permite precisar que la llamada realidad fenoménica nunca agotará a la Realidad total, y que el problema que plantea el poema de Montale surge cuando caemos en cuenta que no solo no la agota sino que le es completamente extraña, en nada determinada por el nombrar, con lo cual no solo desbordará a la realidad nombrada sino que ésta dejará de ser Real.
4.- El conocimiento de algo no solo agrega información sino que literalmente transforma al que lo posee. El ejemplo más radical es el caso de Edipo quién desoyó el consejo de Yocasta (“No por los dioses no, si en algo te importa tu vida no indagues mas… ¡Ojalá nunca supieras quien eres!”) y se propuso conocer hasta las últimas consecuencias (“Saber, por oscuro que sea mi origen, esa es mi decisión irrevocable…”); y cuando se entera que él es hijo de Layo y Yocasta, y que fue predicho que mataría a su padre y que su madre lo entrego a un extraño para salvarlo de la predicción y que no pudo evitarlo al casarse con su madre -a pesar que ignoró lo que realmente estaba haciendo y que no actuó de modo que se le pueda imputar una conducta delictiva y por ende que no hizo nada malo- el conocimiento lo transformó de tal modo que se quitó la vista (“…esas cuencas vacías no son obra de nadie sino obra mía, ¡mísero de mi! ¿Qué habría de ver si nada podría ser ya la dulzura de mis ojos?”) precisamente porque él dejo de ser la persona que antes era. (Sófocles, Ajax, Antígona, Edipo Rey, trad. de Carlos Millares Solá, Salvat Editores, Madrid, 1969, ps. 163-4, 172). El ejemplo de Edipo muestra la irreductibilidad de la perspectiva de tercera persona a la de primera persona: aunque desde el punto de visa del ojo de un ser omnisciente sepamos que Edipo no cometió un crimen, la vivencia que él tiene de su acción es independiente de lo que podamos decir que haya hecho cuando lo juzgamos desde fuera de sí.
5.-También el físico aprende que la realidad que le aparece no es, hablando en términos simples, Real pues él sabe que un ente material es un complejo relacional de fuerzas electromagnéticas, fuerte y débil y que en ese nivel de la Realidad no hay nada como las propiedades organolépticas de la materia -v.g. aspereza o calor- . Este es el conflicto entre la imagen científica de la Realidad, y la imagen manifiesta de la Realidad, que se caracterizan en el marco del realismo científico, doctrina que sostiene “Un punto de vista en filosofía de la ciencia, según el cual las ciencias describen realmente un mundo independiente de la mente humana, de modo que a las teorías y a los términos teóricos les corresponden entidades existentes” cfr. A. M. Riu y J. C. Morató, Diccionario Herder de Filosofía, CD Rom, Editorial Herder, 1993, art. “Realismo científico”. En ese marco no podemos hablar de fraude, sino que el realismo científico postula que la imagen manifiesta es el efecto de estructuras de micronivel y de macronivel, niveles que son consistentes con la imagen manifiesta. Por el contrario la impresión de una realidad fraudulenta no se trata de una mera decepción cognitiva son de un engaño deliberado; y el poema de Montale avanza en esta dirección, i.e. la sensación de vacío que aparece cuando el relator se vuelve sobre sí: en este caso no es la carencia de sentido que revela la angustia sino el reconocimiento cognitivo literal de un fraude.
6.- En la película The Matrix, un personaje delata al grupo de resistentes reales, que entran y salen de la matriz de pseudorealidad porque la vida que pueda tener en ella es mas plena que la vida que tiene en la nave submarina de los resistentes en la realidad. Es claro que el balance de placer del personaje selecciona la situación sensoperceptualmente más placentera, con independencia de que esa situación sea o no Real. En la película no está claro si esa selección conlleva el olvido de que su situación actual no es real sino simulada; en el aso que el personaje sepa durante su vida en la matriz que ésta es una virtualidad, él habrá respondido afirmativamente y sin inconveniente a la tercera cuestión que plantea el poema de Montale, (aunque en aras de al trama de la película, a los programas autoconcientes que vigilan la matriz no les convendrá que ese conocimiento quede instalado en el personaje porque podría ser una fuente potencial de desestabilización de la matriz, aunque este caso no es el que nos interesa porque en el poema la conciencia del fraude está dada y no es elegida) y en ese caso él vivirá con un terrible secreto sin problemas. La cuestión es si tal situación es plausible, o mas bien la contraria, en la que el secreto terrible lleva a la locura (tal como lo cuenta un cuento de ciencia ficción de Fredric Brown -“Ven y enloquece”- donde un hombre descubre que las hormigas tienen conciencia y dominan y manipulan a los humanos deliberadamente y esto se resuelve en una locura sin retorno).
7.- Ésta es una de las ideas mas constantes del pensamiento humano y se puede rastrear en diversas filosofías y religiones. Filosóficamente se la conoce como el problema del mundo externo, el que origino diversas tesis para la fundamentación del conocimiento a partir de materiales indudables (i.e. “En la filosofía moderna, a partir de Descartes, la existencia misma del mundo puede ser puesta en duda. Puesto que nuestro conocimiento no es directamente conocimiento de cosas sino conocimiento de pensamientos <cogitata>, puede dudarse de la existencia misma de un mondo externo” cfr. Diccionario de Filosofía Herder, op. Cit. Artículo “Mundo”). En las religiones la apelación a una diferencia entre la realidad circundante y la Realidad tiene una relación directa con el carácter de pérdida o caída que tenía la inmersión en el mundo fenoménico y la necesidad soteriológica de trascenderlo, ya que esta dualidad no era meramente una dualidad ontológica entre una realidad natural y una sobrenatural, sino que remitía a una dualidad funcional: la salvación suponía abandonar el mundo circundante -sea natural o sea creado por nosotros- y emprender un camino que nos lleve mas allá de este mundo circundante. Como ilustración de esto se puede mencionar la doctrina hindú de Mâya que es “…la energía …o aspecto dinámico de lo divino… Brahman tiene dos aspectos <uno de los cuales es> Avidya …ilusión cósmica que se sobreimpone al Brahman velando la visión del ser humano, del modo que éste sólo percibe la multiplicidad del mundo y no la Realidad única y aparta al hombre de Dios aprisionándolo en la mundanidad <la que es transcendida cuando se alcanza> el conocimiento efectivo del Brahman, del Absoluto…” doctrina que también se mantuvo en el budismo que entendió por Mâya al mundo fenoménico que reclama a la mente de un sujeto no-iluminado (cfr. S. Schuhmancher y G. Woemer -comp.- Diccionario de Sabiduría Oriental, Editorial Paidós, Barcelona, 1993, art. “Mâya”). En la tradición mística cristiana, cuyas fuentes son diferentes, también aparece la necesidad de superación de al realidad mundana por medio de un camino de acceso, como por ejemplo la enseñanza de Meister Eckhart quien proponía una serie de pasos de accesis, el último de los cuáles nos llevaba a “… que el hombre, luego de haber sido desnudado de su propia imagen, ha sido transformado en la imagen de al eternidad divina y ha logrado un olvido totalmente perfecto de la vida perecedera y temporal, y ha sido atraído por una imagen divina tranformándose en ella… no existe mas allá grado mas sublime y allí hay tranquilidad y bienaventuranza eterna…” (cfr. Obras alemanas, Tratados y sermones, EDHASA, Barcelona, 1983, ps 223-4, subrayado nuestro) en el cual el mundo circundante, fenoménico, es el no-mundo o sea la realidad-vivida-y-ahora-olvidada, y ese olvido del mundo restaura el carácter de imagen divina que tiene la criatura i.e. se afirma la necesidad de perder el mundo para lograr la salvación.
8.- En “No era sicigia”.
9.- En principio el solipsista no niega toda realidad sino que niega cualquier otra realidad que no sea la suya,y esa posición tan extrema es el resultado de un criterio extremo de autoridad epistémica de primera persona “…según el cual se cree que solo existe uno mismo, esto es la propia mente y sus representaciones <en cuyo caso el> criterio de verdad es al verdad conocida inmediatamente por la sustancia pensante <en términos generales son los contenidos inmediatos de conciencia>…” (Cfr. Diccionario Herder de Filosofía, op. cit. artículo “Solipsismo”). El propio criterio de autoridad epistémica lo lleva al solipsista a rechazar cualquier otra realidad pero su realidad permanece tan firme y robusta como firme es su conciencia y sus contenidos inmediatos. Pero en el caso del poema de Montale, el solipsista se enfrentará con dos realidades producidas por su psiquismo: una putativa que paree coherente con sus creencias mundanas y otra Real, que a pesar de ser producida por su psiquismo es inabordable por su conciencia.
10.-Hillary Putnam generó un clásico ejemplo de filosofía ficción con el caso del cerebro en la cubeta. Antes que él, Philip K. Dick lo hizo con una sutileza metafísica muy superior en el cuento “We Can Remember it for your Wholeseale” (1966) -que dio origen a una desafortunada versión llamada El vengador del futuro (Carolco, 1990)- donde deja abierta la terrible posibilidad de ilusiones de realidad implantadas en forma anidada, de modo tal que el sujeto sale de una a otra pero no puede saber que esa sea la Realidad, porque aquella a la que arriba se le diluye en otras ilusiones. La misma idea cargada de las connotaciones que propone Dick, esta en una olvidada novela de Daniel Galouye, -Simulacron-3- que, en cierto sentido, anticipa la premisa de The Matrix.
11.-Se asocia con la obra de D. Hume la tesis de que los juicios de valor no se siguen lógicamente de los juicios factuales cfr. “No puedo dejar de añadir a estos razonamientos una observación que puede resultar de alguna importancia. En todo sistema moral de que haya tenido noticia, hasta ahora, he podido siempre observar que el autor sigue durante cierto tiempo el modo de hablar ordinario, estableciendo la existencia de Dios o realizando observaciones sobre los humanos de pronto me encuentro con la sorpresa de que, en vez de las cópulas habituales de las proposiciones: es y no es, no veo ninguna proposición que no esté conectada con un debe o no debe. Este cambio es imperceptible pero resulta, sin embargo de la mayor importancia. En efecto, en cuanto que este debe o no debe expresa alguna nueva relación o afirmación, es necesario que ésta sea observada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de algo que parece absolutamente inconcebible, a saber: cómo es posible que esta nueva relación se deduzca de otras totalmente diferentes. Pero como los autores no usan por lo común de esa precaución, me atreveré a recomendarla a los lectores: estoy seguro de que una pequeña reflexión sobre esto subvertirá todos los sistema corrientes de moralidad, haciéndonos ver que la distinción entre vicio y virtud ni está basada meramente en relaciones de objetos ni es percibida por la razón” (cfr. David Hume, Tratado de la naturaleza humana, Editora Nacional, Madrid, 1977, vol. 2 p. 689-90). La tesis de Hume es terminal: cualquiera que sean las razone por las cuales dices actuar, si estas solo exponen situaciones fácticas en un vocabulario descriptivo no determinarán ninguna norma o valoración en particular. En la misma dirección falacia naturalista, es el término acuñado por G.E. Moore, cuando propone su posición intuicionista como reacción ante el utilitarismo moral; así define Moore que el predicado “bueno” no se puede analizar en términos de predicados naturales como “alto” o “desgarbado” y que cualquier intento de traducir “bueno” a los predicados naturales es una falacia, la que le imputa a Stuart Mill “… Mill ha efectuado el uso mas ingenuo y burdo de la falacia naturalista que cualquiera podría desear. Bueno, nos dice significa deseable, y sólo podemos descubrir qué es deseable tratando de descubrir qué es lo realmente deseado… Bajo la cobertura que le otorga la palabra deseable Mill ha introducido ilegalmente la noción misma acerca de la cual debería haber tenido claridad” (Cfr. G.E. Moore, Principia Ethica, citado por E. Rabossi, Estudios éticos, Universidad de Carabobo, Valencia Venezuela, 1979, ps. 94-5), en efecto, según Moore, Mill intenta en último caso, sostener que ser deseado de hecho = ser bueno, lo que contradice la tesis que sostiene que no se pueden definir la bondad de algo a parir de propiedades naturales como el hecho que algo sea deseado por alguien (de lo contrario los deseos de un pervertido o un cretino serían moralmente relevantes para determinar la bondad de sus acciones).
12.-En general las posiciones que surgieron a la luz de las doctrinas de Hume y Moore son versiones del emotivismo ético o del intuicionismo según las cuales los juicios morales expresan estados emocionales de un sujeto, o expresan la captación por medio de una facultad especial -la intuición moral- de algún mundo de verdades morales puras. En cualquier caso estas dos escuelas prescinden del mundo fáctico de modo por completo.
13.-En lo que sigue seguiremos con algunas diferencias, ciertas ideas que propone Mark Murphy, en “The conscience principle”, Journal of Philosophical Research, XXII (1997) 387-407.
14.-Murphy, op. cit. 387-8.
15.-Un actor S cree una proposición P verdadera/valora un mandato M válido moralmente si la proposición/mandato es parte del sistema de creencias/normas de S, y S reconoce explícitamente de manera franca y en un contexto lingüístico estándar y sin ocultar ningún elemento de tal proposición/mandato, que tiene a tal proposición/mandato por verdadera/válida. De esta definición se sigue que la creencia o valoración de manera literal es compatible con su corrección o cambio, pero no es compatible con la aceptación de la posibilidad de que no-P sea el caso (i.e. si S dice “Es falso que el agua hierva a 117 ºC a nivel del mar pero yo creo que el agua hierve a 117 ºC a nivel del mar” diríamos que S no cree literalmente que el agua hierva a 117 ºC a nivel del mar, lo mismo ocurre con los mandatos morales).