Clara – por Gabriel Lara Klahr
Mayo 28
Querido Jacobo, he sido presa de mi pequeñez. He aquí mi sentimiento seguramente pasajero.
Para mi amado Jacobo
Crisálida rota
Miedo
A la vergüenza,
a una aguja, al mal, a la aguja de la tentación
y a la orfandad de nuestro planeta en el espacio.
Miedo hecho de tristeza,
de estos blandos capullos que nos soñamos hombres;
Al día animal y al animal de la noche de la intrascendencia.
Al amanecer del hambre,
al frío del cañón de una pistola y al desprecio.
A ser menos. Al perro hombre placentero
de placenta y pleura.
A ser cobarde
o ser valiente;
a la abstinencia…
A la bayoneta,
y a la agonía
de no poderse valer por uno mismo.
A la denuncia y a la decencia,
al embargo y a los impuestos,
a las redadas y al racismo,
a las multitudes, al linchamiento y al odio.
Miedo
A las miradas
de los niños listos.
Y al miedo.
Al dedo de la policía secreta
o de la señora mocha,
y al odio.
A la tortura
y la sombra de uno mismo,
A los herederos y a los gusanos.
Al olvido
Pero también al recuerdo.
Junio 1°
Jacobo mío: Gracias por tus palabras tan cariñosas. Las mías, por ahora, reflejan estados difíciles, de los que sería más complicado salir si no fuera por ti.
Como te interesan mis cosas me permito enviarte esto:
A Jacobo
Es tarde
El desierto que arde en mi interior se agrieta
Ante espejismos, lágrimas y sed de esperanza; desvarío:
Cangrejos minúsculos desaparecen en invisibles orificios de mi piel,
Sensualidad satisfecha apenas recubierta con anhelos irreales.
Es tarde y hay silencio.
Aunque venza a mi adversario en el juicio
y demuestre de los otros la indecencia
no escaparé a mi propio juicio, a esta violenta lucha
entre el cielo y la tierra por lo que de mí les pertenece.
Junio 4
Jacobo, mi amor:
Aquí te envío otras letras.
Ya no hay ningún señuelo.
Ningún proyecto o ilusión ocupa,
para llenarla aunque sea artificialmente, mi vida.
Y al dar gracias por esta plenitud conocida como vacío
-por culpa de mi mísera rivalidad con la tristeza- sé que no soy sincera.
¡Cómo quisiera estar tranquila y contenta
por la vida que a tantos justificadamente parece tan buena, incluso a mí!
Debería, no obstante, estar agradecida, pues debe ser el amor inmenso que Dios me tiene
lo que me ha permitido acceder a este estado, donde no hay emociones de distracción para, en cambio, confrontarme cuanto antes con mi realidad y mi destino.
Es, pues lástima que no tenga la capacidad para ser feliz así: sin trampas.
Por otro lado, resulta doloroso saberse inclinada al ruido social que está acechándome como perro rabioso para ahuyentarme del misterio del silencio.
Junio 12
Querida Clara -menos mal que eres de piel blanca, si no, tu nombre sería absurdo-:
No tiene caso quejarse puesto que el lamento infundado es un acto indigno del hombre, que más bien ha de aprender a superar sus temores y debilidades, aislado como está por naturaleza, y colocado en situación de defenderse en la vida con fuerza y determinación. Podrá ser muy poética o sentimental la introspección ¡pero no tan trágica! ¡Todos quisiéramos a veces quejarnos no importando sacrificar reputación ni nada! Sin embargo, el sentimiento de vacío sin control no es al final más que servilismo hacia la adversidad.
Adiós.
Agosto 15
Jacobo querido:
Te equivocas si piensas que estoy inconforme con la vida. Conmigo misma tampoco lo estoy. Pero he precisado desahogarme con mi mejor amigo.
Me preguntaste por teléfono qué me hubiera gustado ser. Siempre lo he sabido: soprano. Ensayaría día y noche como esas blancanieves de caricatura, volando a mi alrededor los moscos. Querría salir al escenario y alargarme como niebla espesa penetrando cada oído ante el terror de los cortinajes. Atraparía a los más jóvenes y hermosos, tú el primero, que procurarían dichosos escuchar para ellos solos mi voz sin reparar en mi fealdad y sin ya quererse alejar, mientras no perdiera la voz o la razón.
¡Mi voz alcanzaría a todos como largas manos; podría vengarme de los hombres fuertes y de las mujeres bonitas y esbeltas!
No soy tonta: (Hablaré quedo para que no me oiga Dios) sé que mi físico me justifica en mucho ante Él, por la imposibilidad de envanecerme como cualquier mujer. He hecho de la comida un lindo paliativo a mi soledad, la cual, por otro lado no es mayor que la de cualquier mujer bella, ¿o sí?.
Septiembre 9
Clara:
¿Hemos de dejar suelta nuestra pobre malicia sólo para alcanzar su decepcionante fruto?
El cuerpo obedece órdenes de la razón pero también ésta es vástago del cuerpo.
¿Cómo, pues, resignarse a ser regido por la naturaleza impositiva -lo mismo si triunfa el cuerpo que la razón o ambos?
¿Mas, qué es la protesta de un hombre -escribiste- en el desierto del tiempo si al final se ha de retractar?
Si la insatisfacción humana es lastimera perversión de la conciencia.
Los seres humanos han protestado siempre contra sus padres, la sociedad o Dios, según su época, su cultura y su edad. No eres nada original, como puedes ver…
Octubre 8
Jacobo:
Yo te confieso algunas cosas como si me las dijera a mí misma, como si las dijera al viento, porque me reventarían si no lo hiciera así, pero jamás han ocupado un lugar significativo junto a la morada que reservo a Dios. (Qué fácil sería protestar y quejarse si no viviéramos entre santos. ¿No lo son aquellos que cargando cruces de gran peso sonríen con naturalidad, y no lo son los niños?).
Y, con todo, querido mío, si me dieran a escoger entre inteligencia, placeres y santidad, escogería los placeres aunque luego me jalara de los cabellos.
Ve pues: si vivo ofendo a la muerte y si muero ofendo a la vida, aunque sea en apariencia: el placer lucha con el placer porque mientras más desmedido, más se opone al placer por excelencia, a saber: gozar de la presencia divina: “El pecador es enemigo de su propia dicha”. Siempre creí en Dios con ternura. A veces fui soñadora pero nunca inestable en la fe.
Mi relación con Dios no se contaminó nunca aunque la vida se me saliera de cause.
Fui valiente y fuerte. Viví entre los hombres de triunfo en triunfo y agradecí día a día a Dios por su bondad. He recibido trato de justa tan sólo por ser amable para con Dios. Ni siquiera me exigió remordimiento; sólo apreció que fuera amistosa. Y lo más importante: Jamás he dudado de las múltiples evidencias de la permanente acción divina.
En fin amigo: “ama y has lo que quieras” (Y sí, tienes razón: los hombres son hermosos tal como infieres -incluida la acepción de herir- después de que pensabas: ¿hay alguna mujer que no sea hermosa?) La excepción confirma la regla: ¿cómo podría ser hermosa yo que soy tan parecida al Buda de la abundancia? Pensarás: tu belleza está en tu alma hermosa. Ja, ja, ja. ¿Te das cuenta de lo cómico de tal recurso? No hay salida. La concepción estética de las formas, no es otra cosa que una suma de factores culturales condicionantes o prejuicios que alteran la percepción y que pueden variar de una época a otra, cierto, pero mi morbidez es ineludible.
Acércate. (Para decirte, que, no obstante, hay hombres con predilección por lo desbordado).
Sé que lo que me hace bromear es mi insatisfacción pero no estoy triste. No es la comida o el sexo, ni siquiera el resentimiento lo que me levantan sino la cercanía de Dios.
Aunque no quisiera creer que si hubiera sido atractiva, Dios no habría sido tan importante para mí. Por cierto, decías en la carta que soy una santa. ¿Has visto una santa gorda? A no ser, como dice la gente inocentemente: San Buditas Tadeo. Santos -varones- feos, sí hay muchos; el patrón de ellos es San Antonio (el único santo que les sale bien a los estatuarios). ¿Crees que si fuera monja tendría más éxito con los hombres? Yo creo que sí, si nunca los complaciera. ¿Qué estúpido sería eso no? ¿Pero hay algo más curioso que una monja gorda? Ya sé lo que estás pensando, malvado. Que si fuera monja no podría comer tanto como lo hago y no sería tan gorda.
Mi falta de gracia me justifica ante Dios, sí, pero también me incrimina por cuanto los gordos traemos la torta bajo el vientre y eso nos confiere seguridad.
Tú, si fueras sacerdote, serías carne de suicidios femeninos más que antaño Werther de masculinos. Ya sabes: la vieja tentación de atrapar a Dios y rivalizar con él: ‘Si me prefiere sobre Dios, no soy nada insignificante” o “ya ves: sacrifiqué mis votos por ti”.
No me disgusta ser persona humana: miento. Sí me disgusta mucho ser persona humana. ¿Sabes por qué? Por el determinismo. Un ombligo amarrado, un útero indigente, un molde…Lo único inteligente es el estómago.
Fin de correspondencia para un amigo imaginario.