Editorial – Por Hernán A. Isnardi.
Bajo el inmenso y estrellado cielo,
caven mi fosa y déjenme yacer.
Alegre he vivido y alegre muero,
pero al caer quiero hacerles un ruego:
Pongan sobre mi tumba este verso:
“Aquí yace donde quiso yacer;
de vuelta del mar está el marinero,
de vuelta del monte está el cazador”.
Epitafio de la tumba de
Robert Louis Stevenson
Por Hernán A. Isnardi
He comenzado por el final (si lo hay), transcribiendo los versos que resguardan a la tumba de Stevenson —por voluntad de este— del olvido (prematuro). En el deseo de Robert Louis, los nativos de la isla de Samoa vieron su propia obligación; no le hubieran fallado por nada.
Cuando decidí correcta la elección del escritor de tapa, reviví el placer doble de : la relectura (en primer término) y el que fuera precisamente Stevenson (en segundo).
Habiendo tomado un libro suyo al azar de la biblioteca, me encontré con su “Carta a un Joven que se Propone Abrazar la Carrera del Arte”. No sin asombro, hallé de manera prolija y clara cosas que yo llevaba inequívocamente —aunque en forma desprolija— adentro.
Comparto con ustedes los siguientes fragmentos del mencionado texto:
Ese es precisamente el ánimo que me asiste en función de este sueño llamado La Máquina del Tiempo y de este intento por ofrecer un algo valioso (para mí —por eso lo ofrezco—) y muy mío.
En la aceptación de los lectores está la justificación personal.
Gracias por escribir y enviar sus textos; los iremos incorporando en la medida de nuestras posibilidades.