Nuevas Traducciones de Obras de Shakespeare – por Adriana Sleibe-Rahe
Nuevas traducciones de obras de Shakespeare
por Adriana Sleibe-Rahe de Paradelo
(C) LA GACETA (23 de abril del 2000)
Empresa de riesgo y ambición a cargo de españoles y latinoamericanos.
SHAKESPEARE POR ESCRITORES, Marcelo Cohen editor.
(Norma‑Buenos Aires)
¿Qué animará a los traductores a seguir traduciendo a Shakespeare? ¿Les sucederá como a los actores que aspiran a culminar su carrera interpretando a Hamlet, a Otelo o a Julieta como el gran desafío? Quizás. Sea como fuere, hoy nos llegan nuevas traducciones de las obras de Shakespeare. Empresa riesgosa y ambiciosa emprendida por un grupo de escritores españoles y latino americanos coordinados por Marcelo Cohen, argentino, autor de El oído absoluto, inolvidables veladas. Los cinco primeros títulos abarcan el período 1595‑1609 con tres tragedias: Romeo y Julieta, por el argentino Martín Caparrós y la colombiana Erna van der Walde; Julio César, por la chilena Alejandra Rojas; Pericles, príncipe de Tiro, por el argentino Andrés Ehrenhaus; una obra pastoral Como les guste, por el cubano Omar Pérez, y Medida por Medida, una de las comedias amargas u obras de desarrollo problemático (“problem plays”), híbridos entre comedia y tragedia, por la uruguaya Circe Maia. Con esto se inicia la edición de las obras completas del clásico inglés (39 obras de teatro, sonetos y poemas narrativos).
Como siempre sucede con cualquier traducción, antes de comenzar la lectura me preguntaba con qué tipo de versión me encontraría. ¿Libre e incompleta? ¿en prosa? ¿optarían los traductores por el verso rimado o lo transformarían en verso blanco? ¿Cómo lograrían el mismo juego de palabras, el ritmo de sus frases, la ilación de sus versos; cómo conjugarían la simplicidad de la escritura con la fuerza poética y dramática? Me alegró descubrir un trabajo prolijo y estudiado.
La primera de las tres tragedias es un Julio César en un español accesible sin muchos arcaísmos, lo que agiliza la lectura y condice con la simplicidad léxica del original. A pesar de la inevitable pérdida de algunos juegos de palabras (por citar un ejemplo: soul y sole, que en inglés se pronuncian de la misma manera pero tienen significados diferentes: alma y suela respectivamente) se logra unidad de sonido, color y atmósfera shakesperiana sin alterar la métrica más usada por el bardo: el verso blanco.
La poesía y el romanticismo de Romeo y Julieta se perciben en el trabajo realizado por Caparrós y Van der Walde. A diferencia de algunas otras traducciones en las que el verso fue cambiado por prosa o cortado groseramente, en esta se mantuvieron la prosa, el verso blanco y la rima donde existían. El castellano seleccionado nos suena algo arcaico pero de ninguna manera oscuro.
Dentro de las obras menos conocidas, de autoría más discutida y menos traducida se encuentra Pericles, príncipe de Tiro, con un personaje protagónico extremadamente simple comparado con los romances posteriores. Se trata más bien de una obra más apta para la representación teatral que para la lectura, ya que depende bastante del uso de máscaras. Con mayor libertad que la utilizada por sus pares, Ehrenhaus opta por una “fidelidad menos literal que expresiva” para lograr una pieza representable a nivel teatral, recurso lícito este, en mi opinión, si la obra, aun en los parlamentos más banales, conserva la esencia del original.
Como les guste y Medida por Medida inician la traducción de las comedias. La traducción de la primera termina siendo una cuestión de gustos, como su título lo sugiere. Pérez realiza una selección discutible pero interesante de algunos registros muy circunscriptos a la región del Caribe, como la yagua, la sabrosura, el guisaso y la papaya. Sin embargo, el traductor fundamenta los cambios realizados con el objetivo de “recuperar a Shakespeare para un destinatario americano.”
La meticulosa traducción de Medida por medida presenta alteraciones métricas, una coherente opción de nombres propios cuando su traducción no resultaba apropiada para el rol desempeñado por el personaje, fidelidad en la transmisión de ideas cuando ciertos registros se tornan intraducibles al querer conservar algún juego de palabras,
Si estuvo en el ánimo de los traductores brindar al lector hispanohablante versiones que, como dice Cohen, “alejen a Shakespeare del temor reverencial” del que es objeto, ofreciendo versiones rigurosas pero accesibles que, a través de su profunda humanidad, permitan redescubrir en la fuerza de la poesía y la pasión shakesperiana nuestros propios intereses, puedo decir: misión cumplida. El objetivo claro de encontrar una equivalencia entre el español de nuestra época y el universo verbal en expansión que era el inglés de Shakespeare propuesto por Cohen fue alcanzado de manera prolija y estudiada. Celebro la idea de una futura publicación bilingüe que dará la posibilidad a los conocedores del inglés de cotejar ambas versiones y emitir un juicio propio. Quedamos a la espera de las otras traducciones que, confiamos, serán tan bien logradas como estas.